Ewen Brenmer es uno de los flamantes invitados de esta vigésima edición del BAFICI. Como parte de la sección Britannia Lado B, programada por el British Council, el actor escocés se encuentra en Buenos Aires y brindó ayer un workshop para actores, cineastas. He aquí la crónica:
La Sala de Cámara de la Usina del arte está repleta pero en silencio. El público aguarda paciente al maestro de esa tarde. Por una puertita entra el inigualable Ewen Bremner, “Spud” de Trainspotting para el resto de los adictos a la lisérgica obra de Danny Boyle (original y secuela programadas en el 20 BAFICI). Bremner también presta su particular rostro e histrionismo en The Acid House (1998), Naked (1993), la última entrega de Wonder Woman (2017) y hásta interpreta al tío esquizofrénico de Harmony Korine en Julien Donkey-Boy (1999, Premio Mejor Actor BAFICI -2000)
Flaquito, un poco tímido, camina apacible bebiendo un pequeño vaso de café. Detrás del reventado personaje se esconde un hombre sensible. Un tipo que se ha ocupado de pensar las problématicas de su oficio abordando la actuación desde enfoques filosóficos, psicológicos y como simple reacción a la naturaleza. Bremner difine a la actuación como un juego (del verbo en inglés “to play”), como un juego entre dos actores. Pero la cuestión central es la pelota que circula entre ambos, un intercambio constante de ideas y lenguajes en el que se interpreta el mensaje del otro, enriqueciendo la dinámica. Su interés está puesto en la energía de la pelota que viaja de un actor a otro en el marco de la obra a interpretar.
Bremner cree que el actor debe estar al servicio de una serie de ordenamientos que, inconscientemente, jerarquizan su forma de trabajo. “Un actor es un sirviente de la audiencia, del director, del escritor, del productor y en última instancia de si mismo”. Una pregunta que aqueja constantemente al actor escocés es el por qué. Su método de trabajo se basa en cuestionarse la razón de una línea, una acción, de una orden para tener una mejor comprensión del material en el que trabaja y del devenir de su personaje.
“¿Se puede actuar sin tener una formación académica?” preguntan timidamente desde el público. Por supuesto, afirma Bremner. “Actuar es gratis, no necesitas materiales, ni instrumentos. Actuar no es lo difícil. Lo difícil es la vida”. Y en esta respuesta Ewen desarrolla una bella metáfora sobre la actuación y el problema laboral del actor: “Actuar es como estar en un salón de baile y uno está esperando en la barra que lo saquen a bailar. Cuando te invitan uno quiere bailar muy bien, quiere poder expresarse como mejor puede. ¿Pero si no te sacan a bailar? Uno no puede bailar solo, porque terminaría en un manicomio.” Otro aspecto fundamental de su trabajo se centra en la verosimilitud de su arte. “Hacer creer. Creer es la razón de sentarse 90 minutos en una sala de cine. El espectador firma un contrato tácito con la película o con el actor en el escenario. Porque creer es parte de la condición humana.”
Desde el fondo de la platea se le pregunta si ha visto cine argentino y qué opinion tiene sobre los actores de nuestro país. “La cultura argentina es mas existencial que el cine norteamericano. Los actores argentinos tienen más sensibilidad al mundo interior, a las contradicciones sutiles entre la virtud y el vicio. Los actores argentinos son trágicos y comprenden mejor las paradojas del existencialismo. Tienen una concepción diferente de lo masculino y lo femenino. En el cine de Reino Unido o mismo el europeo, compartimos estos problemas a diferencia del cine de Estados Unidos.”
“¿Usas la memoria emotiva para trabajar? ¿cómo harías si tuvieras que llorar?” cuestiona un actor en la primera fila. “No se lo que uso, la verdad que no se lo que hago. Si lo pensas demasiado es un problema. Mi ética es, antes que Nike lo usara como slogan, Just Do It (Sólo hazlo). No boludees, no te sientas inhibido. No hay que tener miedo. Me tengo que dar el permiso de fracasar para poder descubrir una forma de actuar un texto. Pero primero preguntate si es necesario llorar ¿es lo único que puedo hacer para resolver esta escena?”
Bremner reflexiona sobre cuál es la mejor manera de actuar una escena y concluye que no existe una única forma pero que hay que estar abierto a darlo todo. Plantea una idea romántica de que actuar es vivir: “Es pensar, es sentir y es dejar algo de espacio para el subconsiente, para lo desconocido porque él sabe más de lo que yo se. Hay que encontrar un matrimonio feliz entre esos tres conceptos”. Insiste en la idea de conocer bien el material con el que se va a trabajar, entenderlo, comprenderlo pero no regirse por reglas firmes, no intelectualizar todas las decisiones que se van a tomar. “En un punto no quiero saber qué va a ocurrir en la escena. Le doy un lugar a lo imprevisto. Lo mismo quiero que suceda en la toma 2 y en la 3. Sino será problema del montajista (rie). Es una broma, si el editor no puede pegar los planos es mi culpa porque estoy siendo inconsistente a lo largo de la escena.”
El maestro desde el escenario del auditorio también tiene opiniones sobre el trabajo del director, fundando las bases de la relación actor-director en la comunicación. “Los directores son buenos comunicadores, deben dar una orden de manera económica. Me pongo nervioso cuando un director habla mucho, me doy cuenta que no sabe lo que quiere. El trabajo del director es el arte de articular lo que quiere. En definitiva, es trabajar con las personas.”
Su método de trabajo implica también una preocupación por la búsqueda de referencias, por ampliar los limites de la comprensión del material. Para expandir estos límites Bremner aconseja zambullirse en la Literatura y en la Historia del Cine para conocer cómo se ha comunicado una misma idea a lo largo del tiempo. Su método incluye trabajar con documentales, buscando allí una forma de retratar la condición humana. Tiene una gran afición por el cine documental, en especial por las películas de los Hermanos Maysles (Salesman) y de Frederick Wiseman (Welfare).
Ineludiblemente alguien pregunta sobre su trabajo en Trainspotting y en cómo se sintió al tener que abordar al mismo personajes 20 años después para la segunda parte. Bremner contesta con una visible respeto a la película que lo puso en el mapa: “Yo tenía que honrar al personaje. Fue un momento muy especial revivir todo eso. Había que cuidar lo que se hacía porque mucha gente se estaba jugando a fondo para poner en continuidad esta historia.”
Reflexionando sobre el futuro de su carrera da cierre a su taller: “Me gustaría hacer personajes más adultos, hacer cosas que no hice antes. Quiero tener la oportunidad de jugar.”
El simpatico escocés se despide agradecido de su público y entre saludos y fotografías alguien le acerca un poster de Trainspotting, esa joyita del cine de culto que lo inmortalizó para siempre.