Angustiante, fuerte, desolador serían adjetivos que quedan cortos para describir el nuevo documental de Pino Solanas sobre las consecuencias de la fumigación con agroquímicos en nuestra industria alimentaria. El realizador de La Hora de los Hornos (película que celebrará su 50 aniversario en el próximo festival de Cannes) analiza con mirada quirúrgica el decadente sistema agropecuario de nuestro país. Aquella Nación, en su momento denominada “Granero del Mundo”, hoy se dedica, en amplio porcentaje, al monocultivo de la soja con un sistema totalmente industrializado que reemplaza la mano de obra rural por una “app” de celular. El producto es altamente redituable, razón por la que las multinacionales buscan expandir sus campos dilapidando bosques, desplazando poblaciones aborígenes y destruyendo la biodiversidad de la zona para convertir a la Argentina en un “mar de soja”.
Solanas asume el rol de protagonista, cámara en mano nos lleva al interior profundo, a aquellos lugares olvidados por los gobernantes y los grandes medios para mostrar cómo avionetas y tractores fumigadores esparcen inmensas cantidades de agrotóxicos sobre escuelas rurales, barrios y pueblos enteros. Las consecuencias son estremecedoras: La muerte de niños, cáncer, malformaciones y decenas de enfermedades aquejan a los habitantes cercanos a estos campos que luchan sin consuelo contra una Justicia inexistente y el silencio de sus representantes.
Los argentinos no dimensionamos que el veneno ya está en nuestra mesa. La verdura que consumimos está contaminada con pequeñas dosis de glisfosato y otras sustancias químicas absorvidas por la tierra y que no salen con el lavado en la cocina. Según el SENASA, el 60% de la mercadería del Mercado Central tiene índices de agrotóxicos e investigadores del INTA alertan que hay glisfosato en todo nuestro suelo hasta llegar a la Antártida.
“Escenas de esta película las filme en 2003 y 2004 porque pensaba que formen parte de una gran película que tiene inicio el 19 y 20 de Diciembre de 2001. Empecé agarrando acontecimientos que eran irrepetibles. Porque hay que filmarlos aunque uno no sepa para dónde van.”
El grito de Pino Solanas se encuentra ahogado desde el vamos. La película, que viene de estrenarse en el Festival de Berlín y fue parte del reciente BAFICI, estará presente en una sala del Gaumont con tan solo dos funciones semanales y otra proyección en el MALBA. Su director sueña con ver el documental en televisión, donde cree que su trabajo tendrá mayor llegada a la población, aunque advierte que la convivencia entre las empresas responsables, los medios de comunicación y las esferas más altas del poder imposibiliten la tarea. Solo la concurrencia del público a las salas podrá generar el boca en boca necesario para que la película genere impacto alguno.
Entre tanto pesimismo, expertos del INTA y emprendedores particulares plantean una alternativa orgánica. Volver a la chacra mixta y reeducar a los productores agropecuarios en la rotación de cultivos y la eliminación de herbicidas e insecticidas. Una coexistencia con el entorno, que podrá sonar hippie, pero que apela al sentido común: obtener una soberanía alimentaria.
¿Usted sabe lo qué está comiendo?