Este año el BAFICI está de fiesta. Y si alguien sabe de fiestas es el fascinante cineasta norteamericano John Waters. El “Papa del Trash”, el “Embajador del Vómito” estuvo en Buenos Aires como invitado de honor del cumpleaños número 20 del festival. Cinema Marketing le estuvo siguiendo los pasos, en sus charlas y las proyecciones de sus películas más célebres. Aquí les dejamos una crónica del fin de semana más bizarro de nuestras vidas.
La algarabía y la exitación inundan el aire de cada función. ¿Vendrá John Waters? se preguntan jóvenes de diferentes edades, credos y orientaciones sexuales esperando a que este referente de la contracultura presente su película delante de la pantalla grande.
La fiesta comenzó el viernes por la noche. Haciendo una cuadra de fila en la puerta del Village Recoleta se congregaron fanáticos y curiosos para celebrar el encuentro cumbre de la cinefilía nacional y por qué no mundial. Isabel “La Coca” Sarli y John Waters, casi el título de una definición de campeonato de pesos pesados. La devoción de Waters por Sarli tiene larga data, desde los años sesenta, cuando el director y su musa Divine iban a ver las peliculas de “La Coca” y Armando Bo en los cines under de Nueva York. La exuberancia sexual de la actriz tocó fibras en cada rincón del globo y resonó fuerte en la sensibilidad de Waters adoptándola como un camino a seguir, incluso a copiar (Waters “homenajea” la escena de Fuego, en la que Sarli camina por Nueva York, en su película Pink Flamingos).
El encuentro estaba pautado en una de las salas del complejo de Recoleta donde ambos iban a presentar Fuego, una de las favoritas del director. Pero, para pesar de muchos, una vuelta del destino impidió que “La Coca” pueda estar presente con su carne. Pero lo estuvo en espíritu. Su ausencia no impidió que podamos ser testigos del encuentro, ya que el festival registró en un cortometraje la entrevista entre Waters y Sarli. Paradojimente, resulta ideal que el público pueda verlos a ambos en la pantalla grande, habitat por excelencia del cineasta y la musa, dueña del suspiro de varias generaciónes de hombres y por qué no, también mujeres.
La sonrisa de Waters denota admiración y entablan una breve charla que recorre diferentes aspectos de la carrera de Sarli y la censura de esos tiempos. La actriz reflexiona sobre cómo fue ella la punta de lanza para la apertura hacia un cine más sexual: “Tuvimos un montón de problemas todo el tiempo. Aquí, en nuestro país, hablaron mucho en contra nuestra, mucha gente, muchos compañeros. Pero ahora puedo ver todas las películas con desnudos. Me criticaron y ahora hacen lo mismo.”
El evento clave del festival tuvo lugar en el auditorio de la Usina del Arte, la tarde del Sábado: John Waters dio una charla abierta al público moderada por el productor Axel Kuschevatzky. Según comentan los de seguridad había gente haciendo fila desde las 6 de la mañana. La cola de devotos daba vuelta la esquina al momento de entregarse las entradas.
“Fui criado en la tiranía del buen gusto. Debes conocer las reglas para poder romperlas todas.”
A sala llena, con gritos, vitoreos y ansiedad Waters hizo un repaso por su carrera. Llama la atención cómo se desenvuelve en público al rememorar su vida con elocuencia y humor. Cada vez que presentó una película parecía que uno estaba ante un show de stand up, manejando los ritmos y las carcajadas como un verdadero showman. Sus trajes floreados y coloridos cierran con moño a un personaje fascinante.
La charla comenzó por sus inicios como cineasta: las primeras películas en 8 mm, la difícil juventud de Divine y el apoyo financiero del padre de Waters. “Mis padres estaban horrorizados. Mi papá me prestaba dinero y yo siempre lo devolvía, para él era mejor que haga cine a estar en la cárcel. Después del éxito de Pink Flamingos me dijo usala para la próxima y no me pidas más.” Waters vivió su etapa de cinéfilo en la contracultura norteamericana asistiendo a las funciones de “explotation movies” en el autocine Bengies, de su Baltimore natal, y visitando el circuito under de la calle 42 en Nueva York. “En esa época tomábamos ácido con Divine y nos ibamos a ver una película de Ingmar Bergman. Para mi, es el rey del vómito, siempre hay gente vomitando en sus films.”
Al hablar de Pink Flamingos la conversación adquiere un tono especial. Hay un notorio respeto por la película que lo puso en el mapa. No hay manera de escapar a hacer un comentario sobre el final de la película cuando Divine come caca de perro. “Se nos iba la luz y el perro no cagaba. Les dije que le hagan un enema e hizo una caquita miserable. Divine no tuvo otra que comérsela. Lo hicimos en una sola toma, no vayan a pensar que soy un sádico.” Aquella película, que fue pensada como una “midnight movie”, tuvo su estreno en un cine gay de Boston con poca asistencia de público hasta que una noche el boca en boca la convirtió en un éxito de culto.
“Mis películas son sobre gente que quiere formar una familia. Los héroes son los villanos de otras películas. Son personajes orgullosos de no encajar en la sociedad.”
Waters se dirige a los jóvenes directores y estudiantes de cine del auditorio: “Para hacer cine deben pensar en el negocio, piensen en un título, eso es muy importante para mi. Busquen la distribuidora que mejor pueda cuidar la película que tienen entre manos. Alguien tiene que quererla, no solo mi madre. Y eso que a mi madre no le gustaban mis películas.” El director de Serial Mom reflexiona sobre lo imprevisible que puede ser la carrera en el medio. Sus películas hoy son distribuidas por Warner Bros. hecho impensado en los años setenta. “Algunas películas que están al fondo del barril hoy se vuelven importantes. Por ejemplo, Multiple maniacs hoy forma parte de la colección de Criterion.” Kuschevatzky pregunta sobre qué le aconsejaría a un jóven que quiere hacer una película. “Primero, no tener miedo al rechazo. El mundo está lleno de gente insegura y tu debes buscar a aquella persona que te de el dinero. Segundo, paguen por los derechos de la música que ponen en sus películas. No tienen idea lo que cuesta un tema de los Beatles. En Pink Flamingos terminé pagando medio millón de dólares por derechos musicales cuando el presupuesto de la película era tan solo de Usd 10.000. Hagan firmar un contrato, incluso si la banda sonora la hace un amigo músico. Nunca sabes si se pueden volver famosos.”
La conversación continua, la gente rie a carcajadas por los elocuentes comentarios de Waters y su sentido del humor ácido y jovial. Sigue desplegando su show hablando de otras gemas de su carrera. “Cuando hice Hairspray la calificaron como “Apta para todo público”. Yo estaba horrorizado, pensé que mi carrera se había terminado. Pero fue un éxito rotundo que llegó a Broadway y se hizo una remake en Hollywood. Tuve conversaciones con HBO para hacer una secuela. En el último tiempo escribí guiones para Hairspray sobre hielo, en el espacio y hasta una versión porno.”
“Baltimore es un personaje en mis películas”
Su arte excede al detrás de cámara. John Waters cuenta con una curiosa carrera como actor participando con pequeños personajes en varias películas como Sweet and Lowdown de Woody Allen, Blood Feast 2: All U Can Eat y en La semilla de Chucky, el rol que más orgullo le da de su etapa actoral. Pero Waters es celebremente recordado por su participación en un episodio de los Simpsons (Homer’s Phobia). “En los aeropuertos se me acercan niños que me vieron en ese episodio y yo me pongo nervioso. Yo se que me parezco a un abusador de menores.” A su vez, cuenta con una notable carrera como escritor habiendo publicado muchos libros: Carsick y Mis modelos de conducta (editados en Argentina por La caja negra Editorial), Make trouble, Shock Value: A Tasteful Book About Bad Taste, Crackpot: The Obsessions of John Waters, Art: A Sex Book, entre otros.
El director de Cecil B. Demented es un cinéfilo notable. Conocidas son sus listas de las mejores películas que publica cada año, las cuales varias ve en el cine y muchas otras mira en su casa a través de “screeners”. “No necesito una película para pasarla bien. Eso ya lo hago por mi mismo. Veo películas europeas porque te hacen sentir pésimo.” Al referirse a la cinematografía argentina hace mención especial en Relatos salvajes de Damián Szifrón. “Que gran película. No se cuál es mejor escena: la de la caca en el parabrisas o la de la multa por estacionamiento. Deberían hacer un musical sobre esa historia.”
“¿Cómo superar a Pink Flamingos? ¡Ya lo hiciste todo, John!” grita una fanática desde las gradas. “Nunca traté de superarme. Mi trabajo es observar el comportamiento humano y devolvérselo a mi público gracias al cual nunca tuve que tener un trabajo normal en toda mi vida.” La gente estalla en aplausos. Waters es un observador sagaz del panorama “queer” y un impulsor de la cultura punk. Hace sus propias reflexiones sobre el feminismo de nuestro tiempo, la violencia transgénero y el clima político actual en EE.UU. “La única manera de escucharnos y hermanarnos con el otro es hacerlos reir.”
“Ser gay ya no alcanza.”
Un joven pregunta sobre cómo aborda su proceso creativo, cómo empieza a crearse una película de John Waters. “Al escribrir mis guiones siempre empecé igual. Lo primero que hago es elegir el género que quiero satirizar. Luego, elijo el título, eso es algo muy importante. También, hay que pensar dónde viven los personajes y quiénes van a ser estos. Por último, me dedico a escribir la trama.”
Waters no filma una película desde 2004, A Dirty Shame, pero afirma que es el momento más activo de su carrera. Hace tiempo que trata de filmar Fruit Cake, una película navideña sobre ladrones de carne con un grupo de veganos como los villanos de la historia. Asegura que trabajaría con Netflix o en televisión si tuviera oportunidad, alegando que allí se vive una libertad que no se experimenta en la industria del cine y se lamenta nunca haber terminado una versión fumona de El Mago de Oz. “Nunca entendí por qué Dorothy quería volver a ese hogar tan horrible en Kansas.” Actualmente se encuentra escribiendo su próximo libro: Señor Sabelotodo, el cual aguardamos con ansias voraces.
Casi terminada la tarde resuena de la oscuridad la pregunta mas desopilante. Una chica con timidez ofreció un consejo: “¿Usted conoce a Silvia Suller? Yo creo sería su próxima musa.” Las risas estallaron. Podríamos soñar con una versión argentina de Pink Flamingos con Silvia Suller comiendo choripán. Con John Waters la imaginación no conoce límites.
La charla terminó y nos agolpamos corriendo al stand donde firmó libros y memorabilia de su filmografía. Entre libros, pósters y cajas de VHS una chica solo busca una foto. Al llegar ante su ídolo se baja los pantalones y le pide que le firme la bombacha. La escena parece sacada de una película de John Waters pero ocurrió, fue real. Waters tomó un fibrón y dejó su firma mientras sonreía ante la cámara.
El domingo llegó rápido y todavía con imágenes de Pink Flamingos que resonaban de la noche anterior a las 14:30 nos dimos cita en el Gaumont para disfrutar de ese desborde de locura y cinefilia que es Cecil B. Demented, una oda al cine independiente y un manifiesto contra el sistema de estudios. Waters comenta, antes de iniciar la función, que la película está filmada en los cines donde se formó como espectador, salas porno y circuitos under y autocines. Y con el punk aún en los oídos corrimos a Recoleta para viajar al apacible suburbio de Serial Mom donde los vecinos son un fastidio y una querida madre puede resultar la asesina serial más famosa después de Charles Manson. Recuperando el aire y poniendo la cabeza sobre la almohada me doy cuenta que fue un fin de semana que muchos no podremos olvidar.
Fotos: BAFICI, TELAM y PINK FLAMINGOS